La Casa Del Viento
La historia siguiente no pertenece al Evangelio de las Brujas,
pero la agrego como confirmación del hecho que el culto a Diana existió durante
mucho tiempo junto con la Cristiandad. El título que figura en la original la
Sra., que fue escrito por
Magdalena, después de haberlo oído de un hombre que era nativo
de Volterra, es La Peregrina de la Casa del Viento.
Puede agregarse que, tal como se relata en el cuento, la casa
en cuestión todavía sigue en pie. Hay una casa de campesinos en la subida a Volterra,
que se llama la Casa del Viento. Cerca de allí hubo una vez un pequeño palacio,
en donde vivió un matrimonio con su hijo, una niña a la que ellos adoraban.
Si a la pequeña le ocurría cualquier cosa, aunque solo fuera
un simple dolor de cabeza, se preocupaban y sufrían temiendo lo peor. Poco a
poco la niña fue haciéndose mayor y todo lo que pensaba su madre, que era muy
devota, era que la jovencita tenía que ser monja. Pero a la muchacha no le gustó
esto, y le dijo a su madre que lo que quería era casarse como hacían las demás
chicas.
Un día, cuando miraba por su ventana, vio a los pájaros
revoloteando y trinando en las vides y entre los árboles muy
alegremente, y entonces le dijo a su madre que algún día desearía tener una
familia de pajarillos propios revoloteando alrededor de su alegre nido. La
madre estaba tan enojada que
le dio un bofetón. La
joven lloró, pero le contesto a su madre vivamente que si la golpeaba y la
maltrataba, pronto encontraría la manera, con toda seguridad, de escaparse y
casarse porque ella no tenía la más mínima idea de ser monja.
Al oír esto la madre se asustó seriamente, ya que ella conocía
perfectamente el temperamento de su hija, temió que la muchacha no tuviera ya
un amante y el escándalo que eso significaría; y los chismorreos que habría de
ello por todas
partes, entonces pensó en una señora mayor, de buena familia
pero autoritaria, famosa por su inteligencia para enseñar y por su poder de
persuasión y pensó “Esta
será la persona justa para inducir a mi hija a ser piadosa, llenará su cabeza
de
devoción y hará de ella
una monja.”
Así que llamó a esta hábil persona que designó
inmediatamente como institutriz y asistente constante de la
señorita, quien, en vez de pelearse con su guarda, se hizo fiel a ella. Sin
embargo, no todo en este mundo va exactamente como nosotros querríamos, y nadie
sabe qué pez o cangrejo puede esconderse bajo una piedra en el río. Por lo
que aconteció que la institutriz no era católica en absoluto,
como en su momento parecía, y no fastidió a su alumna con ninguna amenaza de
una vida de monja ni siquiera con la aprobación de ello.
Y sucedió que la joven, que tenía el hábito de mentir, se despertó
en una noche de luna llena para oír como los ruiseñores cantaban y oyó a su
institutriz en la habitación de al lado, y como que la puerta estaba abierta,
entró y la vio a fuera en un magnifico balcón. A la siguiente noche sucedió lo
mismo, y elevándose muy
suavemente sin ser vista, contempló a la dama que rezaba arrodillada
a la luz de la luna llena, lo que le pareció una conducta muy singular, y tanto
más por el hecho de que las palabras que pronunciaba la dama arrodillada no
podían ser entendidas
de la más mínima manera y que seguramente no formaban parte de
ningún acto relacionado con la iglesia.
Y habiendo pensado mucho sobre tal extrañeza, por fin, con
tímidas excusas, le pregunto a su institutriz sobre lo que había visto.
Entonces esta, después de reflexionar durante unos momentos, y comprometiéndola
a guardar secreto a vida
o muerte, le dijo que era una cuestión de gran peligro y le
hablo de la siguiente manera:
Yo, como tú, cuando era joven fui instruida por los sacerdotes
para adorar a un dios invisible. ¿Pero una anciana con quien tenía mucha
confianza me dijo una vez “por qué has de venerar a un dios al que no puedes
ver cuando ahí tienes a la Luna
con su esplendor bien visible? Venérala e invoca a Diana, la
Diosa de la Luna y ella te concederá tus deseos. Esto es lo que debes hacer,
obedecer el Evangelio de las Brujas y de Diana que es la Reina de las Hadas y
de la Luna”.
La Joven siendo convencida, fue convertida al culto de Diana y
la Luna, y rezó con todo su corazón para encontrar un amante (aprendió el
conjuro de la diosa), pronto fue recompensada con la atención y la devoción de
un valiente y rico caballero, verdaderamente era el pretendiente que cualquiera
podría desear.
Pero la madre, que fue poseída mucho más por su carácter vengativo
y su vanidad que por la felicidad de su hija, enfureció de tal manera con este
acontecimiento que cuando el caballero se presentó a ella, le despidió
diciéndole que su hija estaba destinada a ser monja y una monja debía ser o de
lo contrario debía morir.
Entonces la joven fue encerrada en una celda de la torre sin
ni siquiera la compañía de su institutriz, y sufrió duramente un gran dolor, teniendo
que dormir en el suelo y pasar hambre y sabiendo que su madre tenía su destino
en sus manos. Entonces, en medio de esta horrible necesidad, rezó a Diana para
que la libertara; cuando de pronto ella encuentra la puerta de la prisión
abierta y escapa fácilmente.
Entonces consiguió un vestido de peregrino y viajó por todas
partes, enseñando y predicando la religión de los antiguos tiempos, la religión
de Diana, la Reina de las Hadas y de la Luna, la diosa del pobre y del
oprimido. Y la fama de su sabiduría y su belleza fue conocida en toda la
tierra, y la gente la veneraba, llamándola La Bella Peregrina. Por fin su
madre, al saber de ella, y llena de un odio como jamás lo había estado y
después de muchos problemas consiguió que la detuvieran y la encarcelaran.
Y entonces con muy mal genio le preguntó si consentiría en ser
monja; a lo que la joven contestó que ya no era posible, porque ella había
dejado la Iglesia Católica y se había convertido en devota de Diana y de la
Luna. Y viendo la madre que había perdido a su hija, la denunció a los
sacerdotes para que la atormentaran y le dieran muerte como hacían con todos
los que abandonaban su religión.
Pero la gente no estaba contenta con esto, porque ellos
adoraron su belleza y su bondad, y había muy pocos que no hubieran gozado de su
caridad. Con la ayuda de su amante ella obtuvo como ultima gracia, que la noche
antes de ser torturada y ejecutada pudiera salir con un guardia al jardín del
palacio a rezar. Esto es lo que ella hizo, apoyada en la puerta de la casa rezó
a la luz de la luna
llena a Diana, para poder ser liberada de la horrible persecución
a la que había sido sometida ya que hasta sus propios padres la habían
entregado a una muerte segura.
Sus padres y los sacerdotes y todos aquellos que buscaron su
muerte estaban en el palacio atentos por el temor a que ella pudiera escaparse.
Cuando de pronto, en respuesta a su oración se desencadeno una terrible tempestad,
un viento agobiante, una tormenta tal que ningún hombre había visto jamás que
derribó el palacio con todos los que estaban dentro, no quedó piedra sobre
piedra ni tampoco ningún alma viva de todos los que allí se encontraban. Los Dioses habían respondido a su oración.
La joven escapo felizmente con su amante, se casó con él y la
casa de campesinos donde vivió es llamada todavía la Casa del Viento.
Esta es exactamente la leyenda tal y como yo la recibí, pero
admito que he comprimido un tanto el texto original, que se compone de veinte
páginas, y que, en cuanto al acolchado innecesario, indica una capacidad por
parte del narrador para
escribir una novela de moda, moderna y mediana, aún un segundo
francés valora que dice mucho. Es cierto que en él no detallo las descripciones
del paisaje, de los cielos, de los árboles, ni de las nubes - que podría corresponder
con el de Volterra – mas es prolongado de manera que representa un regalo para
él. Sin embargo, su propia narrativa es extrañamente original y vigorosa, como
lo es tal reliquia del heathenism clásico puro, y de la sobre vivencia de la fe
en la mitología antigua, cuando todo el Helenismo usado reflejado del Aesthetes
no se puede igualar.
Que un culto sobre la creencia en divinidades clásicas haya
sobrevivido hasta nuestros días en la tierra del Papado, es un hecho mucho más curioso
que si un Mamut vivo hubiera sido descubierto en cualquier rincón de la tierra,
porque lo anterior es un fenómeno humano. Estoy seguro que llegará el día, y
quizás no esté tan lejano, cuando el mundo de eruditos se asombrará al
considerar, aunque tarde, que un periodo inmenso de la antigua tradición
sobrevivió en la Italia Septentrional, y cuán
indiferente el culto lo consideraba; y es cierto que solo u
hombre, un extranjero, se ocupó seriamente de recopilarlo y conservarlo.
Probablemente existían muchos episodios conmovedores entre los
mártires paganos a los que forzaron a abandonar a sus queridos Dioses, tales
como Diana, Venus, las Gracias, y otros, que eran venerados por la belleza, al
igual que existían entre los cristianos que fueron lanzados a los leones. Ya
que el pagano amó a sus dioses con una compasión humana personal, sin el
misticismo o el miedo, como si ellos hubieran sido parientes consanguíneos; y
había muchos entre ellos que creyeron realmente que tal era el caso cuando alguna
doncella que dado algún paso en falso y salió de él atribuyéndolo todo a algún
dios, fauno, o sátiro; lo que
resultaba muy conmovedor. Hay mucho por decir sobre el tema
así como también contra los idólatras o devotos de imágenes, tal como oí una
vez definirlo a una niña.